Environment & Human Development Some thoughts

La praxis académica en tiempos del Covid-19: desarrollemos una ética del cuidado.

Una versión extendida y mejorada del blog que escribimos a continuación se publicó en régimen de acceso abierto en la revista Planning Theory and Practice, y se puede descargar aquí: https://doi.org/10.1080/14649357.2020.1757891

por Esteve Corbera, Isabelle Anguelovski, Jordi Honey-Rosés e Isabel Ruiz-Mallén

La crisis global del virus Covid-19 está teniendo consecuencias dramáticas para la vida y el trabajo de millones de personas, y los académicos no somos una excepción. Son tiempos de cambio para todos: estamos viviendo una pandemia de un alcance, escala e impacto sin precedentes. No tiene precedentes la velocidad a la que ha viajado por todo el mundo, el número de personas afectadas y las consecuencias previstas a largo plazo en el trabajo, las relaciones sociales, la economía, y el medio ambiente, por mencionar algunos aspectos de nuestra vida y del planeta que se verán alterados en los próximos meses. Ninguna industria o sector económico saldrá ileso, y cada una de nosotras tendrá que aprender nuevas formas de operar, funcionar y comunicarse.

No somos artistas, cantantes, poetas o “youtubers”, y por lo tanto tenemos poco entretenimiento que ofrecer para aliviar la carga del confinamiento. Sin embargo, al escribir este artículo de opinión, esperamos alentar reflexiones acerca de cómo los académicos podemos transformar nuestro espíritu laboral ahora y en el futuro. Este momento disruptivo puede convertirse en una oportunidad para fomentar una cultura del cuidado, reenfocarse en lo que es más importante, cambiar las expectativas sobre el significado de la calidad en investigación y docencia, y al hacerlo, conseguir que la práctica académica sea más respetuosa y sostenible.

A continuación, desarrollamos este argumento, conscientes de nuestros privilegios. Hoy disfrutamos de buena salud y nuestras familias están bien. Estamos confinadas con nuestros hijos e hijas en una Barcelona densamente poblada. Aunque no tenemos un jardín, tenemos ventanas y balcones desde los cuales podemos respirar aire más limpio y admirar el vacío y la tranquilidad de nuestras calles. Podemos suponer que nuestros trabajos no están en juego, mientras que, por el contrario, muchas amistades y familiares han perdido sus empleos (temporalmente o no) o están luchando por mantenerse a flote. Además, nuestro papel como académicos nos brinda la oportunidad de reflexionar sobre lo que significa la crisis del Covid-19 para nosotras y cómo podría afectar a la academia en general en el futuro.

Adoptar una ética del cuidado

La pandemia ha llegado en medio de un creciente compromiso a resistir la neo-liberalización de las universidades y abogar por una academia “feminista”.1-3 El argumento de que la práctica académica debería valorar el bienestar y el cuidado sobre el rendimiento y la productividad, y apostar por la solidaridad y el pluralismo sobre el individualismo y las normas y prácticas impuestas es más que sugerente. Nuestra pasión como personas que nos dedicamos a la ciencia y a la docencia a menudo nos hace ignorar los altos costes de perseguir la “excelencia”,4 o al menos la excelencia tal y como la entienden muchos de nuestros evaluadores y patrocinadores.

El confinamiento nos ha permitido pensar más sosegadamente sobre la ética del cuidado. Esta crisis ha evidenciado que debemos profundizar nuestro cuidado por los demás, prestando más atención a las emociones y las experiencias de la vida de nuestros estudiantes, doctorandas, coautores y colegas. Todos pueden sentir una gran incertidumbre, estar enfermos, tener un pariente infectado por Covid-19, o tener seres queridos que ya fallecieron. Ahora más que nunca, debemos ser comprensivos con nuestras colegas y flexibles con nuestros compromisos profesionales.

Por lo tanto, algunas de nosotras ya estamos estableciendo reuniones en línea, grupales o de supervisión, mientras dure el confinamiento, con el fin de diseñar las mejores estrategias para garantizar un equilibrio saludable y efectivo entre la vida laboral y personal. Estos encuentros digitales pueden también servir para modificar nuestros proyectos de investigación y escritura, si bien éste no debería ser su principal objetivo. En nuestra opinión, no es momento para mantener un discurso centrado en la productividad académica. Es cierto que el confinamiento puede ser una oportunidad para concentrarse y escribir más, en particular para aquellas personas sin hijos o parientes que cuidar. Sin embargo, asumir que esto es así para una mayoría sería contrario a la ética del cuidado que ahora necesitamos.

Hay inequidades inherentes en el confinamiento. Sería erróneo suponer que todos los investigadores e investigadoras tienen un entorno de trabajo a domicilio adecuado y de apoyo. Por ejemplo, estudiantes y doctorandos a menudo viven en casas pequeñas o compartidas y pueden necesitar redefinir horarios y espacios de trabajo. ¿Cómo podemos esperar una reflexión o análisis de calidad de alguien que está encerrado en una habitación individual? ¿Y qué podemos esperar de aquéllos que actualmente están perdiendo sus empleos y se encuentran en condiciones financieras precarias?

Incluso las y los investigadores principales están haciendo malabarismos. ¿Cómo se puede esperar que aquellos con niños pequeños enseñen en línea, escriban creativamente, supervisen y continúen realizando tareas administrativas mientras educan a sus hijos/as desde el hogar y realizan todas las demás tareas domésticas? Incluso si las condiciones del hogar fueran “favorables”, ¿podría esperarse que alguien mantenga el mismo ritmo de productividad y compromiso con sus tareas laborales en un contexto de pandemia global? Creemos que esto puede ser difícil, si no imposible, y mantener tales expectativas podría ser contraproducente.

Priorizar la importancia sobre la urgencia

El confinamiento nos permite repensar nuestras prioridades. Es un momento para concentrarse en lo que más nos importa, puesto que la mayoría de los académicos y académicas disponemos de poco tiempo de calidad. Podemos, por ejemplo, avanzar en aquel proyecto que más nos interesa o reflexionar sobre cuál podría ser nuestra contribución principal en un mundo post-Covid, tanto en nuestro campo de investigación como desde un punto de vista social más amplio. En este sentido, acogemos con beneplácito los esfuerzos en curso para frenar el ritmo de la academia. Algunas revistas científicas, como Antipode o IJURR, han dejado de procesar y revisar nuevos artículos, y algunas universidades han extendido las convocatorias de personal. Muchos financiadores han ampliado los plazos de las convocatorias de investigación abiertas y seguro que muchos/as investigadores/as principales han cancelado o pospuesto las reuniones de sus proyectos hasta nuevo aviso.

Inspirados por este tipo de decisiones, abogamos por centrarnos en lo importante sobre lo urgente, lo que a su vez implica priorizar objetivos colectivos en lugar de individuales, sin dejar de ser responsables ante nuestras universidades y de avanzar en nuestras investigaciones y prácticas docentes. Dediquemos energía a las tareas clave que se encuentran en el espíritu del trabajo académico, a saber, enseñar, orientar y apoyar a los estudiantes; rediseñar los objetivos de investigación con nuestros equipos y socios de proyectos de manera que no generen más estrés y que puedan ser igual o más gratificantes, y contribuir a iniciativas institucionales destinadas a fomentar la colegialidad y la colectividad.

En este sentido, podemos comunicarnos con colegas “olvidadas ” y con el personal administrativo de nuestras instituciones para preguntarles cómo se sienten, y podemos dejar breves mensajes de audio de WhatsApps o Telegram a nuestros colegas más cercanos. También es momento de organizar reuniones virtuales con nuestras comunidades profesionales para crear un sentido más fuerte de pertenencia institucional y empatía emocional, y de organizar y gestionar las reuniones virtuales de trabajo de un modo que no generen nuevas cargas para los demás. Desde un punto de vista intelectual, si el espacio mental y físico lo permite y cuándo lo permita, podemos contribuir a los debates públicos sobre Covid-19 desde nuestra propia perspectiva disciplinaria. Dichas contribuciones pueden ser artículos académicos, evidentemente, pero también nuestras clases y otras actividades de divulgación (por ejemplo, blogs, apariciones en televisión y radio, debates dirigidos por estudiantes, etc.).

No hemos elegido el confinamiento, pero podemos elegir cómo adaptarnos y responder. Inevitablemente, habrá elementos en nuestra lista de tareas pendientes que no podremos realizar. No debemos sentirnos culpables. Algunos proyectos pueden implicar una inversión de tiempo que actualmente no tenemos, o pueden tener consecuencias insoportables para otros. Por ejemplo, puede que no tenga sentido celebrar reuniones virtuales para iniciar nuevas investigaciones o iniciativas departamentales, involucrando a otras personas e instituciones como si las cosas estuvieran funcionando normalmente. Esto puede ser innecesariamente estresante, ya que no podemos saber a priori si algunas de las personas participantes pueden enfrentar circunstancias difíciles como resultado del Covid-19, ni tampoco si no se sienten cómodas revelando tales circunstancias.

Reflexionar sobre lo que se debe considerar importante y en lo que se debe avanzar más, o al contrario, poner en pausa durante el confinamiento, implica también tomar conciencia de las relaciones de poder. Los académicos que tienen más poder que otros, independientemente de si ese poder emana de sus posiciones institucionales o relacionales, deben hacer un “uso” cuidadoso de él. Por ejemplo, los/as investigadores/as principales deben asegurarse de que cualquier sugerencia de mejora hecha a los estudiantes, miembros de sus grupos de investigación u otros colegas se tome de la manera más constructiva posible, y deben a su vez valorar cualquier sugerencia hecha por los demás para mejorar la consecución de las tareas de trabajo y apoyar la colegialidad. Es poco probable que las relaciones desiguales de poder en la academia cambien sustancialmente durante la pandemia, pero es esencial que seamos conscientes de cómo se ejerce este poder y que su mal uso puede ser más perjudicial y más reprobable que nunca, dada la mayor fragilidad e incertidumbre que nos rodea.

El liderazgo y el contexto institucional en el que trabajamos pueden facilitar la cultura laboral que necesitaremos durante el confinamiento y en un mundo posterior al Covid-19. Trabajamos en diferentes universidades y contamos con el apoyo de diferentes financiadores, lo que nos permite contrastar cómo estas diferentes instituciones están enfrentando la crisis. Las expectativas profesionales y su evaluación deben cambiar. La crisis del Covid-19 puede y debe llevarnos a priorizar aquellas áreas y tareas en las que realmente podemos contribuir de forma más eficaz a la sociedad, lo que tal vez implique escribir menos pero mejor, y participar más decididamente en actividades de transferencia de conocimiento y de soporte al diseño de las políticas públicas.

Ponderar el papel y los valores de la enseñanza en línea

Se le ha pedido a mucho personal académico que se adapte a la enseñanza en línea en cuestión de días. Basado en lo que hemos visto aquí en España, esto se está haciendo bastante satisfactoriamente, con estudiantes agradecidos, receptivos y participativos. Somos conscientes de que la educación en línea es una práctica convencional en las universidades que aplican dicha estrategia desde su fundación, y que puede dar lugar a experiencias muy positivas de formación e intercambio de conocimiento. Sin embargo, esperamos que el “descubrimiento” de la enseñanza en línea por parte de las universidades convencionales como resultado de la pandemia no se convierta en una excusa para eliminar los puestos de profesorado a largo plazo ni para reemplazar a los que imparten clase en las aulas por herramientas de enseñanza virtual para cientos de estudiantes.

Además, en esta carrera hacia la enseñanza en línea no debemos olvidar que, como se destacó anteriormente, los estudiantes también tienen familias y amistades que pueden enfermar o tener problemas con sus trabajos y sus vidas. Por lo tanto, es importante asegurarse de que el alumnado de las clases en línea tiene la oportunidad de expresar sus pensamientos sobre la crisis y de instar a contactar con sus profesores en privado a aquellos que tienen dificultades, asegurando así formas más flexibles de aprender y participar en las asignaturas correspondientes. Puede ser útil que el alumnado reflexione sobre las conexiones existentes entre la crisis Covid-19 y el tema de estudio, como ya lo han hecho algunos investigadores en blogs y otros medios de comunicación.5,6 También debemos asegurarnos de que los estudiantes que no disponen de conexión a Internet en casa por razones logísticas o financieras puedan seguir con su formación. Un riesgo de la enseñanza en línea es que profundice las desigualdades en las oportunidades educativas, así como las desigualdades sociales en general.

Ajustar los objetivos de investigación

Nuestra práctica de investigación también necesitará ajustes. Al no poder realizar trabajo de campo o acceder a laboratorios, es posible que necesitemos reprogramar actividades durante el confinamiento, bajo un alto grado de incertidumbre. En nuestro caso, supervisamos proyectos de investigación donde la mayoría de la recolección de datos se lleva a cabo en países donde el impacto del virus en la población y las respuestas sociales y políticas al Covid-19 aún se desconocen. Por lo tanto, aún no podemos imaginar cuándo podremos comenzar o continuar con la recopilación de datos, lo que a su vez podría tener, por ejemplo, un impacto en el desarrollo de tesis doctorales y en las colaboraciones académicas que hemos empezado. En algunos proyectos, dicha incertidumbre podría convertirse en una oportunidad para replantear los objetivos de la investigación y recurrir a datos secundarios para abordarlos. Aunque esto está lejos de ser el mejor escenario, vale la pena explorarlo y también puede resultar en conocimiento novedoso.

Por supuesto, sabemos que reajustar las preguntas de investigación y el enfoque metodológico probablemente no sea el problema más desafiante que enfrentamos. Desde una perspectiva humana, la clave es y será alentar un movimiento colectivo que convenza a los financiadores sobre la necesidad de ser flexibles con las ventanas de finalización de los proyectos y las justificaciones presupuestarias. Por ejemplo, si la recopilación de datos se ha retrasado o se retrasará como resultado del Covid-19, no podemos pedir a nuestros equipos de investigación que entreguen resultados más rápidamente en el futuro; debemos evitar infligirnos daño psicológico y estrés a nosotras mismas y a nuestros equipos de investigación cuando retomemos el trabajo pendiente después del confinamiento.

Repensar la academia después del Covid-19

Para concluir, esta pandemia mundial en curso nos ha recordado que los humanos y la naturaleza co-evolucionan, y el daño que esta última también puede infligirnos, más allá de las crisis de salud más comunes circunscritas geográfica o temporalmente, y de los eventos climáticos extremos recurrentes que también matan a miles de personas cada año. Todos nos veremos afectadas por el Covid-19 en un período de tiempo bastante corto, directa o indirectamente, y esta afectación tal vez nos cambie para siempre.

El confinamiento invita a una profunda reflexión sobre la praxis académica y los riesgos de abrazar la trampa de la academia neoliberal, y a visualizar cómo sería deseable actuar después de la pandemia. Deberíamos cambiar las expectativas sobre nuestro trabajo, la forma en que nos comunicamos entre nosotros, y repensar lo que significa ser profesionales comprometidos, ponderando las implicaciones socio-psicológicas, políticas y ambientales de las actividades académicas y nuestros sistemas de valores. Cuando la crisis de Covid-19 se desvanezca, tenemos la oportunidad de hacer de la academia una profesión más ética, empática y, por lo tanto, gratificante.

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Si deseas agregar tu nombre como signatario adicional, por favor hazlo aquí. Mencionaremos tu nombre en un artículo que aparecerá en la revista ‘Planning Theory and Practice’ , y que te enviaremos cuando salga publicado, muy probablemente a principios de Mayo.

Las opiniones expresadas en este blog son solo nuestras, y agradecemos las correcciones hechas por Ana Cañizares al último borrador de este. Fotografía: Una calle vacía en Barcelona, 29 de marzo 2020, por Esteve Corbera.

Referencias

1. Berg, M., Seeber, B., 2016. The Slow Professor: Challenging the Culture of Speed in the Academy, University of Toronto Press.

2. Cardel et al., 2020. Turning Chutes into Ladders for Women Faculty: A Review and Roadmap for Equity in Academia, Journal of Women’s Health, ahead of print, https://doi.org/10.1089/jwh.2019.8027

3. Caretta, M.A, Faria, C.V., 2020. Time and Care in the “Lab” and the “Field”: Slow Mentoring and Feminist Research in Geography, Geographical Review, 110:1-2, 172-182, https://doi.org/10.1111/gere.12369

4. Lashuel, H.A., 2020. The busy lives of academics have hidden costs — and universities must take better care of their faculty members, Naturehttps://www.nature.com/articles/d41586-020-00661-w

5. Adams, B., 2020. COVID-19 and Conservation, https://thinkinglikeahuman.com/2020/03/16/covid-19-and-conservation/ 

6. Wong, E., 2020. TB, HIV and COVID-19: urgent questions as three epidemics collide, https://theconversation.com/tb-hiv-and-covid-19-urgent-questions-as-three-epidemics-collide-134554

7. Corbera, E., 2020, COVID-19: Confined thoughts, http://estevecorbera.com/covid-19-confined-thoughts/